Saturday, November 11, 2006

Los pros y contras de la pastilla azul y otros puntos varios

-Se abre la sesión del Club de la Lengua de Vaca. A la cuenta de tres digan por favor: "Sí, juro". ¿Juráis que lo que se converse entre estas cuatro paredes no saldrá de este lugar? Uno... dos... tres.
(Todos).
-¡Sí, juro!
-Secretario, ¿qué tenemos para hoy?
-En mi casa hay guatitas, señor Presidente.
-Menos hueveo y bórrese de actas su infantilismo.
-Una pequeña licencia, Ilustrísima, de parte de alguien tan sobrio como el que habla.
-Sáltese los prolegómenos y léanos el acta, si tuviera la bondad.
-Cómo no, señor Presidente. Puntitos varios: 1.- Instrucciones para culiar en un cementerio. 2.- Los pro y contra de la pastilla azul. 3.- ¿Es nocivo afilar cuando uno tiene ganas de hacer caca?
-Mmm, cada día hay más locos en este club. De a poco se les han ido soltando las trenzas, por lo que veo. Pero qué se le va a hacer... ¡Se ofrece la palabra!
-¡La pido, Ilustrísima Señoría!
-La tiene, Bombero Lacho.
-Un día estaba que me hacía y mi polola, con ojos de enamorada, me besó la mejilla y me preguntó: "¿En qué piensas, mi amor?". Estábamos sentados en el sofá, señor Presidente.
-¿Y qué le respondió?
-"En tus ojos de miel, mi vida", le dije, pero ya se me salía el zurullo. Con el pretexto de que me hería la vista mirarla de tan cerca le informé que iría al baño a secarme las lágrimas. Pero adentro se me salió el medio peo y después la chorrera de mojones; parecía terremoto. Tiré la cadena y regresé al sofá, pero el hoyo me había quedado doliendo y tuve que sentarme de lado. Ella me tomó los brazos con sus dos manitas y me pidió que le robara un beso. Yo estiré la trompa y se lo di, pero el hoyo me seguía doliendo, porque se me había cocido. Así que tuve que volver al baño a mojármelo en el lavamanos, porque la casa de mi polola no tenía bidé.
-Bien escatológico su comentario, amigo Bombero, diría impropio para iniciar la sesión. Pero ya que entramos al tema, sigamos en ese orden. ¿Alguien más desea hablar?
-Si se me permite, señor Presidente.
-Hable usted, Camilito.
-En mi humilde opinión, Excelentísima Señoría, no hay mejor polvo que el que se pega con el estómago vacío. Al respecto y por mi experiencia, no puedo dejar de sonreír cuando veo esas películas en que antes de que el varón le introduzca la coyoma a su enamorada, ambos disfrutan de una cena a la luz de las velas.
-Explique, Camilito.
-Punto uno, señor Presidente. Los dos afilando con tufo a vino. Punto dos, fijo que la comida tiene ajo. Punto tres, a ninguno de los dos se le ocurre llevar cepillo y pasta de dientes a una cena romántica, lo que provoca, hablo con conocimiento de causa, que en un beso uno se tope con una tira de carne en una muela ajena. Yo una vez me encontré con un trozo de espárrago y como odio el espárrago me dio una arcada en pleno beso. Mi enamorada interpretó el sonido de mi boca y mi cara de orate como un arranque de pasión y me apretó más aún contra sí. ¡Ah, qué noche...! Al final de la comida me bajó el sueño, llegamos al motel y lo único que quería era pisar rápido para echarme a dormir.
-Pido la palabra.
-Diga, Jorobabel Diéguez.
-Sabido es que el Marqués de Sade recomienda afilarse a la mina por detroit cuando esté llena de caca, cosa que el pico actué como tapón y eso provoque un intenso goce a varón y hembra. Aquella cacha recomiéndase ser pegada unas 14 horas después de haberle servido a la dama un lebrillo de porotos con mazamorra.
-¿Pasamos al otro punto?
-Momentito, señor Presidente, si tiene la bondad.
-Diga usted, colega Moore.
-La mierda pertenece a los estadios primitivos del ser humano y se la considera un paso indispendable en el tránsito hacia el buen sexo, lo ha dicho Freud.
-Lo dice Freud... lo dice Freud... ¡quién chuchas ha leído a Freud! ¡Se llenan la boca con Freud!
-Señor Paredes, le recuerdo que debe solicitar la palabra antes de hablar.
-¡Es que me ajizo cuando escucho hablar de Freud!
-¿Usted leyó a Freud, Paredes?
-No, señor Presidente.
-¿Y por qué se ajiza entonces?
-No sé, señor Presidente. Será que me acomplejo por mi ignorancia.
-Cosas así dice Freud, Paredes.
-¿Ah, sí, señor Presidente? ¿O sea que no soy un pobre negro?
-¿Qué ve aquí, Paredes?
-Una pichula con forma de lápiz pasta, Ilustrísima.
-Muy freudiano. ¿Podríamos dejar que el colega Moore continúe desarrollando su argumentación?
-Cómo no, señor Presidente. Gracias, señor Presidente.
-Siga, Moore.
-Como iba diciendo, Serenísimo Profeta, la mierda, caca o excremento es un paso previo obligado al buen sexo adulto. El problema es que muchos se quedan pegados y no salen de eso. Sin ir más lejos, el señor Spiniak. Al respecto, lo que nunca he conseguido explicarme es por qué la caca tiene olor desagradable y por qué la carne asada a la parrilla tiene olor agradable, si las dos son cosas muertas. Es más, no hay razón alguna para que la caca y el peo propios sean agradables, en tanto que los ajenos son para salir arrancando.
-Se ofrece la palabra.
-Quiero hablar.
-Diga, Pastene.
-Yo pienso que es cosa de amor. A quien más ama el creyente en el mundo es a Dios, pero Dios no hace caca: descartado. En segundo lugar está el creyente mismo: caca agradable. En tercer lugar están los hijos recién nacidos del creyente: caca tierna. En cuarto lugar está la iñora: caca medio podrida. Al final viene la suegra del creyente: un bollo con granos de choclo.
-¿Y la caca de la amante del creyente?
-He ahí un problema, señor Presidente. Yo la pondría en cuarto lugar, antes que la caca de la iñora del creyente. No sé por qué.
-¿Cada cuánto tiempo asiste a misa, Pastene?
-No, señor Presidente, yo soy agnóstico.
-¿Y piensa usted que ser agnóstico es una excusa para faltar a misa?
-Eso escuché, señor Presidente.
-Señores, esto no puede continuar. Se pasa al punto uno, Instrucciones para culiar en un cementerio, y se ofrece la palabra. Quién dijo yo.
-Yo.
-Yo qué.
-Yo, Ilustrísima Señoría.
-Hable usted, Vega.
-Tratándose de un tema tan extraño como ése, yo diría que para culiar en un cementerio no hay cosa mejor que los pabellones ubicados en el subterráneo. Nadie cacha.
-Nadie cacha cuando echái cacha.
-¡Cállate, negro de mierda!
-¡Vega me dijo negro in fraganti, señor Presidente! ¡Ese privilegio lo tiene solamente Camilito!
-Usted se lo buscó, socio Paére.
-Y además no le dije negro in fraganti, Ilustrísima. Le dije grone no más.
-No, me dijiste grone de dámier in gántifra, Gave liadocu.
-¿Mestái viandóhue?
-Pido la palabra, señor Presidente.
-Diga, Yuyul, imponga la durácor, por vorfa... donper. Hable ya.
-Yo conocí a un amigo conocido como el Vampiro Quiroz. Un día lo pillaron afilando dentro de un nicho desocupado. Otra vez se metió adentro del cajón de una funeraria con una mina a la que le faltaba un tornillo. El Vampiro me contó que primero la loca no quería porque dijo que a ella le gustaba hacerlo de lado, pero después el Vampiro la puso patita al hombro y se entusiasmó hasta que se fueron los dos al suelo con cajón y todo. En ese momento la loca agarró un cirio de bronce y se lo quiso ensartar en la raja al pobre Vampiro, que para estos efectos había arrendado una capa roja. "Te voy a exorcizáte", le decía la loca caliente.
-Perdón, señor Presidente, ¿puedo hablar?
-Diga, Urzúa.
-Cuando estuve en El Salvador me fijé que allá en los cementerios había una campaña para combatir el dengue, por lo cual se prohibía el ingreso de flores naturales con recipientes con agua. Un instructivo recomendaba utilizar arena o aserrín húmedos.
-¿Y a pito de qué dice eso?
-Cultura general, Maestro Perfecto.
-Diga algo relacionado con el tema o calle la boca, por favor.
-En relación con el tema, señor Presidente, pienso que hacer el amor dentro de los camposantos es otro signo más de la corrupción política que vive nuestro país y que se manifiesta sobre todo en los partidos del bloque gobernante o de la coalición, como se le llama.
-¡Vaya al punto, por favor!
-Nunca he culiado en un cementerio, señor Presidente.
-¿Alguien desea hablar o se pasa al punto dos?
-Pido la palabra, señor Presidente.
-Hable usted, Muguita.
-En Rancagua pillaron a la vieja de las flores culiando detrás de la tumba del Tito Lastarria. Un guatón la tenía ensartada. Era un enterrador. Eso demuestra que los cementerios vibran, señor Presidente.
-La palabra.
-Hable, Sargento Roldán.
-Me contaron que en Capitán Pastene violaron una tumba del cementerio italiano. Ahí tiene. Otro exceso sexual.
-¿Violar la tumba o violar el cadáver dentro de la tumba?
-Violar la tumba entera, señor Presidente. ¿Se imagina la media corneta?
-Antes de pasar al punto dos, una pregunta sobre un tema del que alguna vez se habló tangencialmente. ¿A alguno de los miembros de este Club le gusta afilar cadáveres? Que levanten la mano. Sin dar nombres.
-Uno... dos... ¿Dos? Pues bien, entreguen sus argumentos. Repito. Sin dar nombres. Se concede la palabra.
-A mí me gusta culiarme a las muertas porque no reclaman. Las puedo poner en las poses que yo quiero y se quedan firmecitas. Y de llapa son fétidas, señor Presidente. Cuando me voy cortado me gusta decir "mijita rica".
-Yo lo hago por comodidad, Ilustrísima Señoría. Vivo al lado del cementerio y en la noche, cuando ando medio cufifo, salto la pandereta y busco el funeral del día. No importa si es hombre o mujer, lo que importa es que sea muerto. ¿Será pecado meterse al cementerio de noche, Su Señoría?
-Vamos al punto dos de inmediato, porque ya estoy sintiendo olor a flores.
-Son flores de verdad. ¡Periquito anda con un ramo de claveles porque está de aniversario, Ilustrísima!
-¿Verdad, Periquito?
-Así es, señor Presidente. Le compré rosas rojas a la iñora.
-No sé si felicitarlo o compadecerlo.
-Felicíteme y compadézcame al mismo tiempo, Ilustrísima.
-¿Ama usted a su esposa, Periquito?
-¿Puedo confesarlo aquí, señor Presidente?
-Confíe usted. Esto no saldrá de estas cuatro paredes. ¿Lo juráis?
(Todos).
-¡Lo juramos, Ilustrísima Señoría!
-Puede hablar, Periquito. ¿Ama usted a su esposa?
-La respuesta de todo corazón, señor Presidente, es: no sé.
-Bien. Se ofrece la palabra sobre los pro y contras de la pastilla azul.
-¡Pido la palabra, señor Presidente!
-La tiene, amigo Pastene.
-Me duele la cabeza, señor Presidente.
-Ay hombre, me imagino el dolor.
-Tomé la famosa pastillita en la mañana y ahora ando peor que si me hubiera pegado una curadera con pipeño.
-¿Copuló?
-Sí, señor Presidente, me eché dos cachas casi al hilo, pero mientras estaba culiando puta que me dolían las dos cabezas. La del pico parecía fierro fundido y la cabeza de arriba, ¡puta que me dolía!, reitero, Ilustrísima.
-Para un dolor como el suyo se aconseja una caja entera de Kitadol o en su defecto, Aliviol combinado con una taza de Fosfatina Falier.
-No se burle de mi testa un tanto desproporcionada, señor Presidente. Acuérdese que ya viene la Teletón, y esa sí que es cabeza. Pero resumiendo: todavía me duele y no sé qué es peor: que no se pare tanto la callampa o que se pare mucho y cague el mate.
-En serio, ¿no ingirió paracetamol, Jibarito?
-Dicen que hace mal, Ilustrísima.
-Lo que hace mal es la aspirina. El paracetamol equilibra.
-¿Alguien me puede convidar un paracetamol?
-Yo tengo, cabezón. Tómate dos altiro.
-Gracias, guatón.
-Tómatelas con un vasito de agua. Aquí tení.
-Gracias, Bombero.
(Glu glu).
-Pido la palabra, señor Presidente.
-Tiene la palabra el socio Moore.
-Gracias, amigo Presidente. Cada vez que mi bajo vientre recibe el llamado de la selva, mi raciocinio trabaja con la siguiente hipótesis: si el contacto sexual tiene su razón de ser en una acción de naturaleza animal, ¿por qué el Julio Martínez con beatle no se erecta como es debido y el varón debe ingerir una dosis de viagra para satisfacer dicho llamado? Lo primero que hago entonces es descartar las causas biológicas o de tipo médico que generan la impotencia, como serían aquella intervención a la próstata en que el galeno pasa a cortar el nervio, la hipertensión, el bloqueo de las cavernas picales y otras largas de enumerar. Paso luego a concentrarme en aquéllas que provocaban el insomnio a Freud, vale decir, las causas sicológicas o mentales.
-Interesante introducción, amigo Moore, pero ¿puede ir al grano?
-Hacia allá me dirijo, Ilustrísima Señoría. Como decía, si el problema de impotencia radica en las causas mentales, mi razonamiento deduce que dichas causas pueden estar originadas en factores internos o externos, siendo los internos los llamados "traumas de la niñez" y los externos, principalmente dos, las dificultades que genera en la líbido del sujeto una imagen asociada a fenónemos no eróticos y el efecto rutina.
-Explique, por favor, con ejemplos. Pero le rogaría brevedad y claridad.
-Cómo no, Maestro Perfecto. Partamos con el efecto rutina, que es más fácil de explicar. Si usted echa la misma cacha con la misma mujer y con la misma postura todos los santos días, ¿se le para el pico?
-A mí sí.
-¿Quién le dio la palabra a usted, Periquito?
-Perdón, señor Presidente. Se me salió.
-Se nota. Abran la ventana.
-¡Ya, paren el hueveo! Continúe, Moore.
-Me torpedean la exposición, y con lo que me ha costado memorizar el argumento. No se imagina lo que ensayé anoche, Ilustrísima.
-Prosiga, por favor.
-Prosigo... ¿se le para el pico? No, señor, se le deja de parar, debido al efecto rutina. Aunque otros teólogos, perdón, otros investigadores sostienen lo contrario: que la repetición genera un efecto instantáneo de excitación, cual efecto Pavlov. Bastaría entonces comenzar la rutina para asegurar que la cacha llegará a buen puerto.
-Hay allí una contradicción, Moore.
-Usted lo ha dicho, sabio Mandamás. Yo he sometido esta contradicción a una prueba estadística y me dio el siguiente resultado: a tres culiados se les deja de parar y a un culiado se le sigue parando.
-¿Cuáles son los datos técnicos de la muestra?
-La muestra fue hecha anoche a cuatro culiados, señor Presidente. Y esos fueron sus resultados. De lo que desprendo que el efecto rutina es perverso y aconseja variar al menos la postura una vez a la semana, si no se puede variar la mina; o tomar la famosa pastilla azul, si la imaginación del culiado no es tan poderosa.
-¿Cuál sería esa razón más rara que dio?
-¿La que denominé "las dificultades que genera en la líbido del sujeto una imagen asociada a fenómenos no eróticos", Ilustrísima Señoría?
-Esa misma.
-Muy fácil, señor Presidente. Usted ve un culo blanco, largo y arrugado y se imagina entonces el culo de una vaca comiendo pasto. Si usted no es zoófilo, como el 95 por ciento de los seres humanos, dicha imagen será transmitida a su cerebro como una imagen no erótica y el cerebro se negará a ordenarle al pico que se ponga de pie. Del mismo modo, si usted observa un culo de mulata hecho a mano en cuatro patas sobre una cama pero en la misma pieza hay un jardinero con un par de tijeras abiertas, su corneta también se negara a erectarse, como acto inconsciente de defensa. Pero he aquí el milagro, que reemplaza el consumo de la pastilla azul: basta sacar las tijeras de la pieza para que el miembro viril vuelva a activarse. Y si además sale el jardinero la erección es completa.
-Ahora me lo explico todo...
-¿Qué se explica, Pollo Loco?
-Por qué al jardinero no se le para.
-¿A qué jardinero?
-Al que va a cortar el pasto a mi casa, Ilustrísima.
-¿Y cómo sabe que no se le para?
-Porque me lo confesó de repente. Estaba cortando el pasto y me dijo "no se me para, Don Pollo". Yo le dije "¿qué no se le para, maestro?". Y me dijo "la cosa, Don Pollo". Yo le dije "¿se le está quedando la patita, maestro?". Y me dijo "No, Don Pollo, simplemente no se me para". Y yo le dije "¿Y por qué no se le para, maestro?" Y me dijo "No sé, Don Pollo", y siguió cortando el pasto. Yo ahora creo que guarda la máquina de cortar pasto en el dormitorio...
-Ah... puede ser.
-A Moore le faltó hablar de los traumas de la niñez, señor Presidente.
-Tiene razón, secretario. ¿Qué pasa con los traumas de la niñez, Moore?
-Ah, esos no tienen vuelta, señor Presidente.
-¡Pido la palabra!
-Diga, Bombero Lacho.
-Mi experiencia con la pastilla azul fue la siguiente. Me la tomé a las tres de la tarde y el efecto me duró hasta las nueve de la noche.
-¿Cuántas cachas echó?
-Ninguna, señor Presidente.
-¿Y entonces?
-Es que quería probar.
-¿Y cuál fue el efecto?
-El mismo del Jíbaro Pastene, Su Señoría. Anduve seis horas con la boca seca y un hachazo en la frente.
-Señor Presidente.
-¿Sí, Matas?
-A propósito, le recuerdo que van a dar la repetición del partido del Colo.
-Tiene razón. Una intervención más y se levanta la sesión. ¿Alguien desea hacer uso de la palabra?
-Yo, señor Presidente.
-Hable usted, Castrili.
-Para qué estamos con cosas, Ilustrísima Señoría. Todos hemos usado la pastillita en algún momento y lo hemos hecho para asegurarnos de que la cacha llegue a buen puerto, como se dijo recién. Es un asunto, más que de inseguridad personal, diría yo de sensata precaución.
-Eso contradice un poco lo que ustedes mismos han declarado, y esto es que el objetivo masculino es obtener el goce a como dé lugar, sin importar el placer de la hembra.
-Ese es el objetivo clásico, Maestro Perfecto, pero como están los tiempos hoy en día hay que concederles algunas licencias a estas maracas. Si no no lo hacemos no sueltan el choro. Y si no sueltan el choro, obligados a corrernos la paja. Y eso termina por aburrir.
-Bien hablado, bien terminado. ¡Se levanta la sesión!