Sunday, July 30, 2006

Instrucciones para eliminar el olor a zorra de la yema de los dedos

-Se abre la sesión del Club de la Lengua de Vaca. A la cuenta de tres digan: "Sí, juro". ¿Juráis que lo que se diga entre estas cuatro paredes no saldrá de este lugar? Uno... dos... tres.
(Todos).
-¡Sí, juro!
-Secretario, sírvase dar lectura al acta, por favor.
-Cómo no, Excelentísima Señoría. Dice así: "El olor a zorra en la yema de los dedos puede costar el matrimonio".
-Se concede la palabra.
-¡Pido la palabra!
-Diga usted.
-Con todo respeto, Ilustrísima, más parece una afirmación que un tema para debatir. Yo enunciaría el problema del siguiente modo: Instrucciones para eliminar el olor a zorra de la yema de los dedos.
-¿No vino usted a la reunión pasada, amigo Julchus?
-No, señor Presidente. Lo admito. Hace tiempo que no vengo.
-Ahí se discutió precisamente el punto.
-¿Y a qué se llegó, señor Presidente?
-A nada. Iban a dar la repetición de los mejores goles del Mundial y hubo un desbande generalizado. De modo que aprovecho su sugerencia para someterla a votación... Se vota a mano alzada.
(Se alzan las manos).
-Secretario, incorpore el cambio en actas.
-La incorporación ha sido materializada en este instante, Ilustrísima Señoría.
-Se concede entonces la palabra.
-Ya que yo la tenía y no la había soltado, señor Presidente, quisiese añadir que la cuestión que me obsesiona respecto a dicho punto es por qué diablos el olor a zorra se concentra principalmente en el dedo del corazón. Y he llegado a la conclusión que ello se debe a la simple disposición de los cinco dedos en la mano, de forma tal que el dedo del medio, también llamado Del corazón, se introduce naturalmente mejor en el sapo que los cuatro restantes, que facilitan la introducción haciendo una especie de palanca, ayudados por la palma... es un problema de física elemental, señor Presidente.
-¡Discrepo, Su Señoría!
-¡Quién dijo Yo!
-Yo, Su Señoría.
-Diga usted, Vega.
-Tal como nuestro socio y amigo Julchus presenta las cosas uno tiende a concederle la razón, pero si llevamos el asunto a la práctica, que es lo que importa, veremos que su fórmula se aplica a las minas cartuchas o a las que tienen las piernas juntas. En mi vida profesional me he encontrado varias veces con estas damas y ¿sabe, señor Presidente? No es que junten las piernas en un ánimo de rechazo a la caricia, sino que lo hacen con un propósito absolutamente diferente, o sea, para gozar más. Vuelvo al tema: en esos casos el dedo del corazón es naturalmente el mejor de todos, no sólo por estar ubicado en el centro de la mano sino además por ser el más largo.
-Qué bien habló Vega, señor Presidente. Propongo levantar la sesión.
-¡Pero si apenas hemos comenzado! ¿Es que su cerebro no le da para hacer un aporte, señor Urzúa? Por lo demás, no observo gran diferencia entre lo que habló Julchus y lo que rebatió Vega.
-Ahora que usted lo dice, Ilustrísima, recuerdo que una vez, caminando por las calles de El Salvador...
-¿Va a salir de nuevo con lo de los indios pipiles?
-No, señor Presidente. Caminaba con una colega después de comernos unas pupusas, que consisten en una especie de pastel circular hecho de masa relleno típicamente con chicharrón, queso o frijoles, aunque también hay de ayote, pescado y camarón. Es el plato típico y es muy sabroso...
-Señor Urzúa, le rogaría por favor que se limitara al tema en tabla.
-Perdón, señor Presidente. Caminábamos bajo unas palmeras cuando la colega me confidenció que andaba pasada a vulva y me preguntó si se le notaba. También hay pupusas de salami, peperoni, hongos, pollo y jamón, Ilustrísima...
-¡El Caballo Urzúa saca de quicio, señor Presidente! ¡Voto de castigo!
-¡Orden en la sala! Amigo Urzúa, última advertencia.
-Correcto, señor Presidente, ya entendí. Entonces doblamos la avenida y se metió detrás de unas matas. Yo me asusté. Ella se levantó la falda y me pidió que la oliera, para ver si estaba muy pasada.
-¿Qué hizo usted? No se detenga ahora.
-Yo me agaché y acerqué la nariz al calzón, que llegaba a brillar de pegajoso. Era un calzón calipso, muy en el estilo de las prendas que se usan en esa zona centroamericana, Su Excelencia.
-¡Vaya al grano, por favor!
-Cuando le toqué el calzón con la nariz y aspiré me dio un vahído, señor Presidente. Lo último que recuerdo haber visto fueron los ojos de huevo frito de la colega y unos pájaros negros que volaban por el cielo. Me despertaron en la posta con amoníaco. Ella estaba aún a mi lado y me decía al oído: "¿Estoy muy pasada, little horse?" Le gustaba decirme Caballito, señor Presidente. Yo le hice una mueca y me tapé la nariz. Ella se levantó y se fue. Nunca más la vi.
-¿Va a seguir hablando?
-Me gustaría referirme a una pupusa con aceitunas que sirven en unos carritos...
-¡Se ofrece la palabra!
-¡Quiero hablar, señor Presidente!
-Diga usted, Pollo Loco.
-A propósito de lo que ha dicho el Caballo Urzúa, a mí me pasó una vez que estaba atracando de noche en la playa de La Serena con una mina que era contrabandista y de repente le saqué un reloj del sapo. No estaba oxidado porque lo tenía dentro de un paquete de plástico.
-¿Y qué hizo usted?
-¿Yo? Nada, señor Presidente. Al rato nos pusimos a culiar y después que nos fuimos cortados me regaló el reloj. Era un Delbana. Me duró como dos años.
-¿Se fueron cortados juntos o tú primero?
-¡Eso qué importa!
-Si desea intervenir pida la palabra, señor Moore.
-La pido.
-Hable.
-Nos estamos desviando del tema principal, señor Presidente. Ni siquiera se ha explicado qué dedos se usan con las minas cuando abren las piernas.
-Se concede la palabra para abordar esta materia. ¿Quiere hablar usted mismo, señor Moore?
-Sí, distinguidísimo señor Presidente. Me parece a mí que en esos casos la mejor combinación es la de los tres dedos del medio, vale decir índice, del corazón y anular, enumerados de derecha a izquierda con la palma hacia la vista. El roce debe ir desde abajo de la zorra hasta el clítoris, presionando levemente aquella zona con la base de los dedos, incluso con parte de la palma. Cuando la excitación ha crecido es bueno introducirlos de a uno dentro del sapo, presionando el clítoris con el dedo pulgar. Llega el momento en que la dama exige un cuarto dedo, que es el meñique, y al final el sapo se termina tragando la mano entera. Y he allí entonces que nos encontramos ante un problema realmente grave: cómo sacarse el olor a zorra de toda la mano.
-Permanganato de potasio.
-¿Quién habló?
-Yo, señor Presidente.
-Le recuerdo, socio Vega, que debe pedir la palabra antes de hablar, pero ya que habló...
-Perdón, señor Presidente. Decía que el Permanganato de potasio es la solución mágica. La mano queda un poco roja eso sí.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Camilito.
-El limón de pica es bueno, pero mejor es el jabón y el cloro, a razón de dos cucharaditas por litro. Más cantidad es peligroso, pero si uno no desea pasar sobresaltos...
-Pido la palabra.
-Diga usted, Marabolí.
-A mí me resultó con hígado de cordero podrido. Hay que jabonarse bien las manos con el hígado podrido, esperar un rato y después lavárselas con agua de la llave. Santo remedio.
-Pido la palabra.
-Hable usted, Yuyul.
-Yo probé con todo eso pero igual la iñora me cachó, así que ahora voy a la segura y me echo soda cáustica.
-¡Pero eso es tremendamente tóxico!
-Ya no me quedan huellas dactilares, Ilustrísima, tengo el carnet vencido y no lo puedo renovar. En la isapre me hacen poner el dedo y no me aparece identidad. Pero todos esos malos ratos valen la pena comparados con el susto que pasaría si la bruja volviera a olerme la mano sin limpiar.
-Yo sé como sacar el olor a zorra, Presidente.
-Hable, Jorobabel Diéguez.
-Con ácido sulfúrico, señor Presidente. Por eso tengo el dedo del medio sin hueso y sin uña, igual que el quetejedi.
-La otra vez contó que quedó con el chongo porque se lo mordió una piraña en su viaje al Amazonas peruano.
-Cosas que se dicen, señor Presidente. Pero fue con ácido sulfúrico.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Pastene, ¡pero que sea algo serio, por Dios, mire que he escuchado tanta huevá esta tarde!
-Cuando yo vivía en Valparaíso me pegaba unas buenas cachas a la hora de la siesta, Ilustrísima Señoría. Como quedaba pasado a sapo, no sólo en la yema de los dedos de las manos sino hasta en la yema del dedo gordo del pie, después pasaba a la caleta Portales y me mandaba al pecho una docena de choros zapato. Llegaba a la casa con otra docena de regalo para la vieja, para distraer sus fosas nasales, y la vieja quedaba feliz, salvo una vez, ahora que recuerdo...
-¿Qué le pasó?
-La vieja estiró la ñata, me miró raro y dijo a voz en cuello: "¿Ya anduviste pisando en la caleta El Membrillo, jíbaro culiado?"... ¡Tiene un olfato mi señora, señor Presidente, con decirle que en la noche tengo que sacar el poto para la pared para cagarme tranquilo!
-¿No había dicho usted caleta Portales?
-La vieja andaba cachuda con una garzona de la caleta El Membrillo, Ilustrísima. Yo me enredé dando explicaciones y le insistí que se trataba de la caleta Portales... fue para peor.
-Pero... ¿jíbaro, le dijo? ¿No será una hipérbole por contraposición?
-¡Pido la palabra, señor Presidente!
-Diga usted, Pollo Loco.
-El olor a zorra sale con caca de gato, señor Presidente. La caca de perro también sirve, pero deja su resto de olor a zorra en las manos, por ende es más riesgosa, aunque esté mucho más disponible en el mercado.
-Maestro Perfecto...
-Hable usted, Saval.
-Noto que se habla de fórmulas muy complejas, cuando la solución es mucho más sencilla: el olor a zorra se pasa con una combinación de dos olores diametralmente opuestos entre sí. Pasto y papas fritas.
-¿Cómo se aplica la combinación?
-Camino a casa después de pegarse una cacha como Dios manda, el hombre huele a cada rato su dedo y el olor a zorra ya le es reconocible a sus narices desde unos 15 centímetros, haya viento a favor o en contra. Pues bien, una vez me agaché en una plaza y saqué una champa de pasto y me la pasé por las manos varias veces. Acto seguido compré un paquete de papas fritas Lays en la esquina y me las comí todas, cuidando de pasármelas por toda la cara, pues habrá de saber usted, Ilustrísima, que el olor a zorra es como Alien. Invade todo el cuerpo.
-¿Tienen que ser papas Lays?
-Sí, señor Presidente. Si no lo fueran no me hago responsable. Usted sabe, lo barato cuesta caro.
-¡Pido la palabra!
-Diga usted, Muguita.
-El olor a zorra anda por ahí con el olor a perfume. No sé cuál es peor. Se queda en el cuerpo y no sale ni con dos duchas. Pero si me preguntan, yo me quedaría con la fórmula del jíbaro Pastene.
-Pido humildemente la palabra.
-Hable usted, Bombero Lacho.
-¡Cabeza de casco de bombero!
-¡Cabeza de haba!
-¡Cabeza de pico!
-¡Orden en la sala! El socio ha pedido la palabra como cualquier otro. ¿O prefieren que lo llamemos por sus nombres de pila?
-Perdón, señor Presidente...
-Era una broma no más...
-Hable, Bombero Lacho, pero sería la úúúúúúltima pelea de la noche. Ejem... perdón. Hable usted.
-Quería aportar mi granito de arena, Magnánimo Amo, Califa de las lenguas de vaca del mundo, Emperador de la prudencia y la bondad, Príncipe del erotismo...
-Secretario, por favor borre de actas eso del granito de arena. Puede conservar lo demás. Siga usted, Bombero Lacho.
-Cuando le chupaba las tetas a mi profesora de inglés quedaba pasado a zorra...
-¿Pero por qué?
-A eso iba, señor Presidente. Es que le tenía la mano metida hasta el contre. Pero lo que quiero expresar esta tarde realmente, Ilustrísima, es que esto del olor a zorra es una trampa del inconsciente para ocultar el problema verdadero, cual es el del grave pecado, la degradación moral, la condena eterna en los confines del hades que conlleva para uno el acto de infidelidad hacia aquélla que nos ha regalado sus mejores días.
-La misma que a esta hora está culiando con el gásfiter...
-¡Calla, infeliz!
-¡Orden en la sala!... Prosiga, Bombero Lacho.
-Decía, señor Presidente, que el olor aquél no está sino en nuestra propia conciencia y nos persigue donde vayamos, sea allí, allá o acuyá.
-¿Y a maracuyá?
-¡Calla, insensato! Escuchad, por piedad, la voz del profeta arrepentido.
-Siga, Bombero Lacho. Pero más rapidito.
-Ese olor a sapo nos persigue en forma invisible y se nos mete en las narices y no sale con nada, porque es el mismo olor que sentía Hamlet en Dinamarca, Gran Califa. ¡Es el olor de la tragedia que implica existir, ser, vivir de paso en esta tierra!... puta, me las di de Moore y me puse filósofo, señor Presidente, pero se me agotó la frase y no hallo qué decir ahora.
-Hasta aquí no más llegamos. ¡Se levanta la sesión!

Thursday, July 20, 2006

Cómo saltarse los prolegómenos para enchufarlo rápido

-Se abre la sesión del Club de la Lengua de Vaca. A la cuenta de tres digan: "Sí, juro". ¿Juráis no revelar jamás lo que se diga entre estas cuatro paredes? Uno... dos... tres.
(Todos).
-¡Sí, juro!
-Secretario, lea el acta, por favor.
-Cómo no, distinguido señor Presidente. Puntito único, de nuevo.
-Limítese a leer el acta, ahorrándose comentarios vacuos, si lo tiene a bien.
-Perdón, Ilustre Mandatario. Leo: "Cómo saltarse los prolegómenos para enchufarlo rápido".
-Se ofrece la palabra.
-Pido la palabra.
-Hable usted, Muguita.
-¿Eso incluye a las maracas, señor Presidente?
-Incluye a todas las mujeres, sean éstas maracas o el resto.
-Con todo respeto, señor Presidente, decir "maracas y el resto" implica un cierto tipo de aislamiento leproso. Desde ese punto de vista, creo que su juicio es discriminatorio hacia aquéllas que tan grande placer nos dan, apenas por unos pocos pesos.
-Si esa es su opinión, la respeto, pero lo mío sólo fue una forma de clasificar al género femenino de las miles que hay. Podría haber dicho que incluye a todas las mujeres, sean feas o bonitas, frígidas o buenas para la callampa, con espinillas en el poto o sin espinilas en el poto, con pelos en las tetas o sin pelos en las tetas. Hay muchas maneras. Además, ¿desde cuándo usted defiende a mujeres? Déjelas que se defiendan solas.
-Qué bien habla, Ilustrísima. Me retraigo de inmediato de mis torpes dichos.
-Usted es muy noble al reconocer su error, Muguita.
-¿Puedo usar la palabra, señor Presidente?
-Hable usted, Jorobabel Diéguez.
-Ya que se habló de maracas, yo empezaría por decir que no todas las maracas son fáciles y aunque parezca increíble, el dinero allí no lo hace todo. Según mi experiencia, una dosis de cariño es necesaria. Después de todo las maracas también lloran.
-Quiero hablar.
-No es la forma apropiada de pedir la palabra, pero diga usted, Vega.
-Presidente, hay maracas muy difíciles de embaucar, como algunas que salen en la televisión. ¡Esas pueden salir más caras que una amante! Tengo un famoso amigo futbolista que recién le vino a lamer el sapo a una maraca de la TV a la cuarta salida. Y conste que las tres anteriores le costaron cenas en el Hyatt, dos anillos de brillantes y un auto usado de marca.
-Eso que dice usted me parece haberlo leído en La Cuarta.
-No, Ilustrísima. La Cuarta sólo lo sugirió, pero a mí el califa me contó lo que no se publicó.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Camilito.
-Señor Presidente, para despejar el tema de las maracas quisiera opinar que allí la pregunta debería ser al revés. Esto es: ¿Cómo convencer a una maraca de enchufárselo durante el mayor tiempo posible?
-Verdad, señor Presidente. Por primera vez estoy con mi amigo Camilito.
-¿Quién invitó al baile a Paére?
-¿Es que no puedo hablar ahora solamente por el hecho de ser negro, señor Presidente?
-Nadie ha dicho eso, señor Paredes. Lo que se quiso decir es que usted no puede andar opinando sin pedir la palabra.
-Entonces, pido la palabra.
-Hable usted.
-La maraca lo único que quiere es que uno se vaya cortina. Mientras la amante oficial quiere besitos, bombones, cariños y palabras bonitas, la maraca es honesta y se baja altiro al pilón. Pero como la plata no la regalan, hay que sacarle partido. Y hay trucos para eso.
-¿Tiene algunos?
-Tengo varios, señor Presidente, pero no me han resultado. La maraca es tan diabla, no sé cómo lo hace para calentarlo tanto a uno que los trucos se olvidan.
-Pero diga cuáles son.
-Mire, hay uno que consiste en correrle mano por detrás mientras ella se desviste, pero ahí tiene usted: empiezan a mover el poto y el pico se entusiasma ligerito y vamos echándole paelante. La otra vez probé con chuparle las tetas para calentarla y me sacó la madre porque dijo que yo parecía ventosa. Lo otro que hacen es agarrarle altiro el pico a uno apenas entran a la pieza.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Camilito.
-Yo estimo que en una relación sexual el beso es lo fundamental. Sin beso previo, el sexo pareciera tornarse en algo instintivo, animal. Pero desgraciadamente la maraca no lo comprende así. Y esa es una de las razones por las cuales salgo insatisfecho de los saunas, Ilustrísima, a pesar de mi predilección por esa forma de cópula.
-Usted es un romántico empedernido, Camilito.
-Así es y asumo esa cruz, señor Presidente.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Castrili.
-Para culiar bien con una maraca es necesario usar Stud 100, el spray que adormece la cabeza del pico. Pero hay que tener cuidado y aplicar la dosis exacta, pues más de una vez el filorte se me ha quedado dormido y no ha habido forma de despertarlo. También hay que hacerlo con condón, porque si el Stud 100 llega al clítoris a la mina se le duerme el sapo. Podrían llover mil días y mil noches y la mina no se va cortada.
-¿Cuál es la dosis exacta, distinguido socio?
-Un chorrito, sin entusiasmarse. Y luego, dejar pasar diez minutos. Menos, no hace efecto. Más, hace demasiado efecto. Mi record fue una vez que una maraca se salió de sus casilas y me retó.
-¿Qué le dijo?
-¿Se podrá decir, señor Presidente?
-Le recuerdo que estamos en una sesión secreta. Puede hablar con toda confianza.
-Me dijo... "Acaba luego y échame el moco en la zorra, conchetumadre, porque si no te vái cortado altiro me tení que pagar de nuevo".
-Ohhh...
-Así me dijo, y el Niño más se dormía, hasta que me vino un arresto de hombría y sacando fuerzas de flaqueza le demostré a quién tenía al frente.
-Distinguidos señores, les recuerdo que aún no pasamos al fondo del tema de la tabla.
-Podemos extendernos un poquito más, porque hoy no hay partido, Su Excelencia.
-Pero en Fox Sport van a dar uno del recuerdo. Vélez contra Newells.
-Ah, tiene razón. Entonces hay que apurarse.
-¡Pido la palabra!
-Diga usted, Marabolí.
-¿Se incluyen las esposas?
-Ay hombre, no lo había pensado. Levanten la mano los que piensen que la pregunta vale para todas.
(Se cuentan los votos).
-No, señor Marabolí. Las esposas se dan por hecho. O no se tocan.
-Discrepo, Ilustrísima. No es que vaya a emitir una opinión personal, sino la de muchos amigos: ¡la esposa es la mujer más difícil de culiar!, sobre todo en estos tiempos. Con los más increíbles pretextos dejan el sapo descansando hasta el sábado, pero el sábado tampoco es fácil. Hay que ir al supermercado, comprarle cosas ricas, darle por lo menos un besito durante el día, decirle gordita o cariñito o perrita a lo menos dos veces en el día y sentarse a conversar por lo menos media hora antes. No sé qué les da a las esposas por conversar primero de "cosas de la vida". Parece que el sapo se aceita con las palabras. ¿Y sabe cuál es el premio, Ilustrísima Señoría?
-Lo intuyo, pero dígalo con toda confianza.
-Afilarse a una vieja llena de rollos que se larga a gritar chuchás a la primera.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Yuyul.
-Yo sugiero que no se mencione a las esposas. Daña nuestra propia dignidad.
-Se vota.
(Levantan las manos).
-Se aprueba, con las abstenciones de Julchus, me imagino que por ser soltero; de Marabolí, por ser separado, y la que me llama la atención es la abstención suya, Camilito.
-No estoy ni ahí con la vieja culiá, Ilustrísima Señoría.
-¡Camilito!
-Cambiemos de tema, se lo pido por favor, señor Presidente, se lo imploro. Esa vieja me tiene loco. Es peor que mi mamá. Me llama al trabajo a cada rato, ¡y pa puras huevás!
-Pido la palabra.
-Diga usted, Julchus.
-Para qué tanto misterio ante un tema tan simple, señor Presidente. El secreto para enchufáserlo rápido a la mina es: invitarla a Los Braseros de Lucifer a comer una parrillada, servirle un pisco sour doble y un tintolio, decirle cosas lindas sin parar y prometerle matrimonio. Cacha segura.
-Se ha referido justamente a los prolegómenos que hay que evitar, estimado socio.
-La pura verdad, señor Presidente. La cagué. Entonces, ¿cómo saltarse los prolegómenos para enchufarlo rápido?
-Es justamente el tema que estamos ratando, Julchus.
-Pido la palabra.
-Diga, Matas.
-A propósito, señor Presidente, yo cambiaría Los Braseros de Lucifer por BordeRío. Cacha cara, pero rápida y segura. De más nivel.
-A mí me resultó el otro día con un Dominó ají verde, señor Presidente.
-A mí con dos de pino y dos de queso en El Rápido. El sapo es hambriento, señor Presidente.
-Veo que tienen hambre los huevoncitos.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Urzúa.
-El sapo es hambriento y goloso, Ilustrísima. A mí siempre me resulta con los pasteles del Tavelli.
-¿No será que el goloso es usted, amigo Caballo?
-Lo reconozco, señor Presidente. Y le confieso: una vez, cuando joven, iba directo a saciar mis deseos a una casa de putas y pasé por una verdulería y vi un racimo de plátanos tan lindo que lo compré y me los comí todos. Entre la gula y el sexo a veces tengo dudas. Usted sabe que comer es el único placer que usted lo disfruta por lo menos cuatro veces al día.
-Sin contar las marraquetas que se manda a guardar cada media hora.
-Es que una marraqueta recién salida del horno, y con mantequilla, no se compara con nada. Yo le compuse una oda a la marraqueta, señor Presidente. Escuche: "Oh, marraqueta, trigo del sur que calma la voracidad de mis dos intestinos, el grueso y el delgado, dulce espiga que..."
-Muy bonito, pero dejémoslo para después. Ya es hora de...
-La palabra, señor Presidente.
-Diga usted, Bombero Lacho.
-La mejor solución para saltarse los prolegómenos y enchufarlo rápido es darle yumbina a la mina. Con media pastilla queda como vaca echá pidiendo pico.
-Pero eso es ilegal... hasta donde tengo entendido.
-Así es, Incomparable Mandatario. Por eso es que hay que hacerlo con cierta discreción, sin que la mina se dé cuenta. Se echa en la piscola cuando ella va al ñoba.
-¿Usted... dispone de...?
-No, señor Presidente. Pero me han contado que en las farmacias veterinarias venden con receta. Hay que conseguirse una vaca frígida y listo.
-Última intervención. Diga usted, señor Moore.
-Yo diría que la clasificación está mal hecha, Ilustre Pensador del Sexo. Lo primero es distinguir los tipos de hombre. ¿Usted cree que Brad Pitt se hace esta pregunta, señor Presidente, cuando tiene que andar barriendo a escobazos a las minas como cucarachas?
-Barrer a escobazos es un pleonasmo, Moore.
-Eso me suena a peo, ano y orgasmo, señor Presidente.
-Pleonasmo consiste en emplear en la oración uno o más términos que resultan innecesarios para el sentido de la frase, Moore. No tiene nada que ver con lo que usted sugiere.
-Gracias, Su Excelencia señor Presidente Mandatario. ¿Puedo continuar?
-Puede hacerlo.
-Ahí sí que no dijo nada. ¡Es usted muy vivaracho, Gran Califa!
-Le ruego que continúe, si lo tiene a bien.
-Gracias, señor Presidente. Prosigo con mi lucubración... ¿o elucubración?
-De las dos maneras.
-Gracias, Prosigo con mi elucubración. Me gusta más elucubración, señor Presidente.
-¿Puede terminar de una vez?
-Termino, Maestro Superior: ¿Usted cree que el señor Luksic se hace esa pregunta, cuando toma el teléfono y tiene cien minas que para más recacha descuenta de impuestos? ¿Usted cree que el señor Falabella necesita andar pensando en estas cosas? ¿Cree usted que al señor Líder le quita el sueño este tema? ¿Usted cree que el Cardenal...?
-Momentito, momentito. Más respeto.
-Iba a decir que al Cardenal no le gustan las minas, señor Presidente.
-Esta bien, ya veo a dónde quiere llegar. Usted quiere hablar del vilipendiado hombre común, del oficinista de pico chico que anda a palos con el águila.
-No necesariamente, señor Presidente, pero por ahí va la cosa.
-Le encuentro toda la razón, pero aquí estamos ante un tema genérico. No podemos hacer tantas excepciones. Ya hicimos una con las maracas y con las esposas. Sería un cuento de nunca terminar. Y como el tiempo es oro y dicen que ya van dos minutos jugados de Vélez-Newells... ¡se levanta la sesión!
-Una cosita no más para terminar, señor Presidente.
-¿Sí, Matas?
-A propósito, yo creo que si uno quiere tener más posibilidades de meter el cuchuflí tiene que gustarle a la mina.
-Ah, ya.

Monday, July 10, 2006

Lo que nadie se atrevía a decir de la eyaculación precoz

-Se abre la sesión del Club de la Lengua de Vaca. A la cuenta de tres digan: "Sí, juro". ¿Juráis que lo que se diga entre estas cuatro paredes no saldrá de este lugar?
(Todos).
-¡Sí, juro!
-Secretario, lea el acta, por favor.
-De inmediato, señor Presidente. Dice así: "Lo que nadie se atrevía a decir de la eyaculación precoz".
-Pues, atrévanse y pidan la palabra. Pero antes, un minuto de silencio por el término del Mundial... Corre el minuto.
-...
(Silencio sepulcral. Exactamente 60 segundos después se oye un pitazo).
-¡Prrrrrr!
-Pido la palabra, señor Presidente.
-¿Dónde? ¿Quién habló?
-Yo. ¡Aquí, señor Presidente!
-Ah, detrás de Urzúa. No lo veía, Julchus.
-Es que el Caballo Urzúa es muy grandote, señor Presidente.
-Cómo tendrá la penca...
-A veces los grandotes son de penca chica...
-Y los enanos tienen el manso filorte...
-¡A callar, todos! ¿Es que no pueden comportarse como adultos aunque sea una vez a la semana?
-Perdón, señor Presidente...
-Somos tontitos...
-Hable, Julchus.
-Quería decir, Ilustrísima, que esto de la eyaculación precoz es muy relativo. Figúrese usted que si se sube a un cohete que se desplaza a la velocidad de la luz y adentro se pega una cacha y se va cortado altiro y el cohete vuelve a la tierra, aquí en el planeta habrían pasado 80 años. O sea, la cacha duró 79 años, 11 meses y 29 días. Y el gustito duró por lo menos siete años. ¿De qué eyaculación precoz estamos hablando?
-¿De dónde sacó esos datos, querido socio?
-De Icarito, Excelentísima Señoría.
-¿Y qué pasa con la mina del cohete?
-Me imagino que cuando se baja y toca la losa de Cabo Cañaveral se arruga como pasa, pero no estoy seguro, Altísimo.
-Pido la palabra.
-Diga usted, Vega.
-Acabamos de escuchar una falacia.
-Lo que dije está certificado por la ciencia.
-Es imposible lo que estái diciendo, Julchus.
-Momentito. Aquí no hay polémicas de a dos. Si se habla, se solicita la palabra. Diga usted, Vega.
-Es una falacia, señor Presidente.
-¿Por qué? Explique.
-Es imposible que el gustito pueda durar siete años. El hombre enloquecería. Además, ¿de dónde sacaría tanto moco el pico? Más aún: ¿puede un pico estar parado durante siete años? No puede. Se produciría necrosis, muerte del tejido.
-Creo que nos estamos yendo por las ramas, señores. Les ruego atenerse al tema en cuestión.
-La palabra, señor Presidente.
-Hable usted, Castrili.
-El problema que plantea Julchus está mal planteado. El verdadero problema sería meter a dos parejas a culiar al cohete. El que se va cortado primero, al regresar vería a sus hijos pequeños ahora de 80 años; pero el que se va cortado segundo los vería de 236 años. He allí el meollo de lo que se entiende por eyaculación precoz.
-Pido la palabra, Su Señoría.
-Hable usted, Paredes.
-La eyaculación precoz se soluciona colocándose un elástico en la base del pico.
-Quiero decir algo, señor Presidente.
-Diga, Marabolí.
-No existen hijos de 236 años, Serenísimo Gran Maestre.
-¿Puedo hablar yo, Su Señoría?
-¿Desde cuándo tanta timidez, Bombero Lacho? Hable ya.
-Para mí, el problema de la eyaculación precoz es mental, no como argumenta el socio Paére. Si bien es cierto que el elástico, bien puesto, efectivamente impide la salida del cuáker, no es menos cierto que el varón siente gustito, menos, eso sí, y acaba. El verdadero tema es por qué el cerebro se calienta tanto y tan rápido hasta que se le arrancan las cabras.
-Colócate un elástico en la cabeza entonces.
-¡Cállate imbécil!
-Orden en la sala.
-En la cabeza del pico...
-¡Orden en la sala!
-Pido la palabra, señor Presidente.
-Diga usted, Camilito.
-Yo no sé por qué los hombres le tenemos tanto miedo a ese término. Eyaculación precoz. Lo voy a decir de nuevo, para matar el chuncho: eyaculación precoz. ¡Uy! He llegado a pensar, en mis horas de insomnio, que se trata de un truco orquestado por las mujeres para hacernos durar más. He leído que el sapo tarda varios minutos en entibiarse.
-Concuerdo con Camilito, señor Presidente.
-Hable, Matas.
-Concuerdo con Camilito, señor Presidente. A propósito, el otro día leí en La Cuarta que las mujeres mentían.
-Le ruego mayor precisión en sus dichos, Matas. Si su frase terminase ahí usted quedaría en ridículo. Le concedo el beneficio de que la finalice.
-¡Pero si es así, señor Presidente! Las mujeres mienten en estas cosas del sexo y ahora inventaron que la eyaculación precoz es toda aquella relación que dure menos de tres minutos. ¡La otra vez salió en un diario que el 75 por ciento de los hombres son eyaculadores precoces!
-¿Y?
-No sé, eso salía.
-La palabra.
-Hable, Saval.
-Matas quiere decir, con mucha inteligencia, que la normalidad está dada por la curva mayor en la estadística. Un ejemplo: si el 75 por ciento de las personas tienen un C.I. de entre 90 y 110 puntos, eso es la normalidad y lo demás es la excepción. Si el 75 por ciento de los hombres se va cortado antes de los tres minutos, eso forzosamente tiene que ser la normalidad. Haga la prueba en una casa de putas. Todos los hombres se van cortados en un minuto y medio. Y esa es la cacha por excelencia, lo demás es verso.
-Es un tema polémico. Propongo ponernos de acuerdo en el tema de los tiempos. Y por favor no me vayan a salir de nuevo con el cohete.
-La palabra, señor Presidente.
-Diga usted, Julchus.
-Me gusta ir al número. Precisar el número. ¿Tres minutos desde que le da un beso, le toca las tetas, le corre mano, se lo enchufa y se va cortado? ¿O tres minutos desde que mete el pico en la zorra? Y le agrego: ¿tres minutos bombeando sin parar? Porque hay harta diferencia entre los tres conceptos, Ilustrísima.
-Tiene toda la razón. ¿Qué diablos se entiende por eyaculación precoz?
-¡Es un invento de las minas, que parecen vacas echadas!
-¡A callar! Quiero oír una voz sabia entre tanta estupidez.
-Respetuosamente quiero pedir la palabra, señor Presidente.
-Hable, señor Moore.
-La eyaculación precoz, a mi juicio, es un invento de las mujeres, quienes se aliaron con los siquiatras. Estos últimos se llevan la parte del león en las consultas, porque la isapre sirve para tres sesiones y los culiados tardan dos años en decirle a uno que la solución contra la eyaculación precoz es imaginarse una sábana blanca contra una pared blanca mientras está culiando y que cuando uno va a llegar tiene que estirar la lengua lo más atrás que se pueda, hasta tocar las amígdalas.
-Pido la palabra.
-Diga, Urzúa.
-Señor Presidente, hace mucho tiempo que vengo pensando en el problema. Cuando vivía en El Salvador me impresionaban unas mulatas que se pasaban haciendo turumba, y yo me preguntaba, ¿de dónde sacan energías? Y era por el clima, señor Presidente.
-Gracias. ¿Alguien más?
-Yo.
-Diga, Yuyul.
-Alguien dijo por ahí que la eyaculación precoz es un verdadero karma, un fantasma, un monstruo peor que la Gorgona o Górgona, no sé como se pronuncia, pero es el famoso monstruo de siete cabezas que mató Perseo. Como usted bien sabrá, Ilustrísima Señoría, Perseo, hijo de Dánae y del gran dios Zeus, mató valiéndose del reflejo de su escudo a la medusa Gorgona, que era tan horrorosa que sólo con mirarla a la cara con­vertía en piedra al observador.
-¿Se puede saber adónde conduce todo esto?
-A que podemos vencer el mito de la eyaculación precoz mirando un espejo mientras culiamos.
-Yo me voy cortado antes cuando miro al espejo.
-A mí me gusta ver el poto abierto de la mina cuando va entrando el pico.
-¿Podemos volver al asunto, o se levanta la sesión?
-La palabrita, por favor.
-Diga, Pollo Loco.
-Gracias, señor Presidente. A mi juicio, aquí lo que vale es meter el pico en el poto para irse cortado antes de que empiece el partido. Una vez me perdí un gol del Manchester por hacer una filigrana con el filorte. Fue un balazo del chico Owen desde fuera del área. Lo vi en la repetición, pero no es lo mismo.
-¿Se puede saber qué lujo le dio por practicar con el miembro viril en tan indebido momento?
-Dejé de mover el Julio Martínez con Beatle para leer la programación de Fox Sports, señor Presidente. ¡Y yo sabía que a esa hora jugaba el Manchester!
-Linda la hizo.
-Pero saqué una enseñanza que me acompañará hasta la tumba, Sabio Magnánimo.
-¿Sí? Dígala.
-Que la eyaculación precoz vale callampa.
-Pido la palabra, señor Presidente.
-Hable usted, Gatica.
-¿Qué vale menos, Amo Superior? ¿Un gol perdido o aguantar el cuáker adentro de los cocos?
-Se vota a mano alzada.
(Se vota).
-¿Anotó, secretario?
-Anotado, señor Presidente. Aguantar el cuáker no vale la pena, y en cambio un gol perdido es una tragedia. No lo digo yo. Lo dice la unánime votación.
-Pido la palabra.
Adelante, Sargento Roldán.
-Seamos pragmáticos, señor Presidente, y rindámosles un homenaje a los que se van cortina antes de tiempo.
-¿Da para homenaje?
-¡Para homenaje y para monumento a la raza humana, Ilustrísima! El eyaculador precoz es el Hombre mismo, al que la naturaleza lo dotó de extrema calentura para que culiara lo que más pudiera y dejara descendencia. En la prehistoria el hombre tenía que culiar rápido, señor Presidente, no fuera que un mamut le ensartara un cacho en la raja.
-Un colmillo, ignorante.
-Limitémonos a la teoría, no es necesario el ejemplo.
-¿Puedo proseguir con mi argumentación, Ilustrísima?
-Siga usted, Sargento.
-De manera que el hombre, por genética, culea rápido y la mujer, por genética, culea lento. Vea usted a los perros. Uno primero, otro perro después hasta que le toca al perro chico de la leva. ¿Y la perra? Bien gracias, y que pase el que sigue.
-¿Qué quiere decir?
-Que las perras, perdón, las damas tienen que demorarse más para que la naturaleza asegure que han quedado preñadas. Si no queda preñada del cornudo, entonces que sea del patas negras. La cosa es prolongar la especie. Desde ese punto de vista, que es el único punto de vista válido, el hombre que está más adaptado al requerimiento de la vida es el eyaculador precoz.
-¿Y el que se va cortado antes de meterlo?
-Ese se adaptó demasiado rápido, señor Presidente.
-En aras del tiempo, ¡se levanta la sesión!