Thursday, June 01, 2006

Cómo convencer a una mujer para enchufárselo por el chico

-Se abre la sesión del Club de la Lengua de Vaca. A la cuenta de tres digan: "Sí, juro"... ¿Juráis que lo que se diga entre estas cuatro paredes no saldrá de este lugar?
(Todos).
-¡Sí, juro!
-Secretario, lea el acta por favor.
-Cómo no, señor Presidente. Puntito único, de nuevo. "Cómo convencer a la mujer para enchufárselo por el chico".
-Se ofrece la palabra.
-Pido la palabra, señor Presidente.
-Diga usted, Camilito.
-Soy de la opinión, Ilustrísima Señoría, que no por ser éste un club de hombres, que lo es, y de bien hombres...
-Fifí...
-Me interrumpen, señor Presidente.
-Fifí...
-Continúe.
-Lo que iba a decir, antes de que me interrumpiera el distinguido socio señor Matas, es que no me gusta la palabra "chico". La encuentro vulgar.
-¿Prefiere ano, poto, orto, hoyo o en su defecto ojete?
-No, Ilustre Maestro. A decir verdad prefiero "callejón de los músicos", "detroit" e incluso "camino de tierra". Los vocablos anteriores me parecen asaz ordinarios.
-La palabra, señor Presidente.
-Hable.
-Propongo expulsar a Camilito.
-¿El motivo?
-Quiso decirme negro.
-Perdón, señor Paredes, pero esta vez estoy en desacuerdo con usted. Jamás le escuché a nuestro socio la menor alusión racial.
-Se equivoca, Ilustrísima Señoría. Al menos dos veces me insultó. Dijo "callejón de los músicos" y... ¿quién es uno de los músicos más grandes de la historia? ¡Louis Armstrong! Después dijo "detroit" y... ¿quienes arman los autos en Detroit? ¡Los negros!
-Me parece que se le está pasando la mano.
-El socio Paére está cagando fuera del tiesto, señor Presidente. ¿Puedo continuar?
-Siga usted, Camilito.
-Para decir que era eso no más. ¿Se vota?
-¿Se vota qué?
-Si se usa otra palabra para referirse al poto.
-Déjese de huevear, Camilito. ¿Alguien desea usar la palabra?
-Yo, señor Presidente.
-Hable, Yuyul.
-En mi ya larga vida he sido testigo de los intentos más absurdos del varón por convencer a la dama o meretriz de que se deje afilar por el chico. Descontando la yerba verde, que es el más absurdo de todos, puedo enumerar el uso disimulado de la yumbina, el error de cálculo debido a la luz apagada, la preparación con el dedo meñique seguida de la frase "¿ves que no duele?", la sentada despacito en el pico mientras uno hace como que no está ni ahí, el ramo de flores en el velador del motel, la exhibición del acto aquél en películas porno destinado a convencer a la mujer dudosa, y tantos más. Todos aquellos me han fallado, más temprano que tarde. Hay uno, sin embargo, que siempre me ha dado las más grandes satisfacciones...
(Suspenso).
-¿Podría dejar de hacerse el interesante y darlo a conocer de una vez por todas, Yuyul?
-Cómo no, señor Presidente. Es muy simple: basta prometerle matrimonio a la dama en cuestión.
-¿Y si ya están casados?
-Uno no va a querer culiarse por el poto a la señora, señor Presidente.
-¿Y si es una maraca?
-A la maraca se le ofrece más plata. Y si el billete largo escasea, ¿quien dijo que las maracas no se quieren casar?
-Pido la palabra, señor Presidente.
-Hable usted, Gatica.
-Tiendo a coincidir con el amigo Yuyul, pero debo admitir que me dejó metido eso de la yerba verde.
-Es muy largo ese cuento...
-Pero que sea un cuento corto aunque sea.
-Otro día te lo cuento.
-La palabra, Ilustrísimo.
-La tiene, Vega.
-A mí una vez me resultó cuando le dije que así no perdería la virginidad. Me la pesqué por la raja hasta que me dio hipo.
-¡Esa es muy vieja!
-¡A callar! Si alguien desea intervenir, que pida la palabra.
-La palabra.
-Hable, Sargento Roldán.
-Esa es una chiva muy vieja, señor Presidente. Yo creo que al amigo Vega le tocó simplemente una mujer viciosa. Además, ¿qué edad tenía la dama?
-¿Qué edad tenía la dama, señor Vega?
-45 años, señor Presidente.
-¿No cree que estaba un poco pasadita para seguir cartucha?
-Es que era fea, señor Presidente.
-Era fea, pero... ¿era muy fea?
-Bastante fea, señor Presidente.
-Señor Presidente...
-Diga usted.
-Las feas, señor Presidente, no tienen por qué ser vírgenes. Recordemos aquellos sabios adagios que dicen que el pico no tiene ojos y que de noche todos los gatos son negros.
-Qué bien habló Saval.
-Pido la palabra.
-Moore, diga usted.
-Gracias, Primer Mandatario. El poto, como se sabe, posee terminaciones nerviosas y centros de captación de placer. Ello se debe a que de no ser así, el acto de cagar sería insufrible o al menos desagradable y nadie podrá afirmar que la experiencia es esa, a menos que cague bolitas de oveja, sinónimo de evacuar con avaricia. En consecuencia, habiéndose demostrado que hay allí toda una veta de exploración del placer -no sólo para las mujeres, de lo contrario nuestro honorable Club no se llamaría de este modo- sólo basta explorar con tino y acierto y se encontrará lo que se busca. Si usted desarrolla este mismo raciocinio, le aseguro que más de la mitad de las mujeres dará su aprobación a la propuesta indecente. Habrá una cuarta parte que expresará dudas y otra cuarta parte que seguirá negándose. ¿Qué hacer con la primera cuarta parte? Muy simple: sacarla de la duda con una pequeña demostración práctica en la que el pico debe abstenerse de buscar placer para concentrarse únicamente en la comisión del ilícito, porque de doler, dicen que duele, Dignísimo Mandamás. Para cumplir con este primer objetivo el filorte no debe frotarse; o sea, no debe entrar y salir como se debería, sino sólo entrar muy despacio, tal como nos recuerda la Biblia de La Cuarta. Una vez que ya entró y el apetito se sació hasta el empacho, sólo queda recordar el viejo adagio acerca de que no hay maricón arrepentido, lo que quiere decir que ya tenemos otra dama a la que le gusta que se la chiflen por el poto. Ahora bien, en cuanto a la última cuarta parte, la difícil, existe un método infalible, que patenté en el ministerio de Economía, por si alguien me lo quiere copiar. Durante el acto hay que poner uno de los aros de la pícara damisela debajo de la cama. En un momento ella preguntará: "¿Has visto mis aros?", a lo que se deberá contestar: "Parece que están debajo de la cama". Cuando se arrodille a buscarlos... fuerte y derecho.
-Perdón, señor Presidente.
-Diga usted.
-Escucho la alambicada exposición del señor Moore, que podrá ser muy instructiva, pero fíjese que yo nunca he tenido problemas para afilarme a las mujeres por el chico, señor Presidente.
-Por curiosiodad, ¿cuánto mide su callampa?
-Seis centímetros en estado de erección y dos de diámetro, señor Presidente.
-Entonces no se meta en peleas de perros grandes, por favor. Estamos tratando un tema serio.
-Disculpe, señor Presidente. Sólo quería colaborar.
-¿Alguien más desea opinar? Nos estamos dando vueltas como hez en el agua.
-Yo, señor Presidente.
-Diga, Periquito, pero le recuerdo que ya falta poco para el partido de la Sub-20.
-Yo estimo que para chiflarse a la mina por el chico hay que violársela no más, como proponía el socio Moore con la última cuarta parte.
-Mmm, es un punto para debatir, pero estamos medio atrasadones. Se vota esta última moción. Secretario. Cuente los votos.
-Violación por el chico, 7 votos. Abstenciones, 13 votos.
-¿Podría hablar alguien que represente a esta mayoría silenciosa denominada abstención?... ¿Usted, Floripoz? Bien, use la palabra.
-Gracias, señor Presidente. Hemos preferido callar, uno porque faltan minutos para el partido y no queremos abrir debate sobre un punto tan delicado como ése. Y dos, porque todos querríamos afilarnos a la mina por el poto y a la mala, si después no nos llevaran presos gracias a estas nuevas leyes que aprobaron los parlamentarios macabeos culiados. ¡Nuestro silencio es el silencio del cobarde, señor Presidente!
-Gracias, Floripoz. En aras del tiempo que vale oro... ¡se levanta la sesión!